María Lucía era
una joven apasionada por los números y desde muy joven encontró su lugar en el
mundo dentro de los libros de matemáticas. Al terminar sus estudios de básica
secundaria, se redescubrió y encontró en la física un nuevo mejor amigo. Sus
resultados sobresalientes le otorgaron una beca en la Unipamplona, en Norte de Santander, para que cursara un pregrado en
ingeniería mecatrónica. Durante su paso por la academia, “Malú” se interesó en la fabricación de radares y redes de comunicaciones en fibra óptica, principalmente
los fabricados por el método M.C.V.D
(Modified Chemical Vapor Deposition).
No habíamos mencionado
que todas proezas son fruto de un gran esfuerzo y sacrificio de una joven que
proviene de un hogar humilde y que ha visto el esfuerzo de sus padres para que
estudie y “sea alguien en la vida”. Malú tiene el deseo de poder generar
transformaciones en la sociedad y sacar adelante a sus padres. Este deseo nunca
había estado tan cerca de tornarse una realidad hasta que la NASA abrió una convocatoria de
proyectos amadores de América Latina para la feria STEM (science, technology,
engineering y mathematics – ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas) de ese año. Sin embargo, Malú, ni sus padres,
ni la Universidad podían costear un viaje hasta los EEUU, por lo que hicieron una campaña en las redes sociales para
que el Mineducación pudiera
patrocinar su viaje a Texas.
La campaña fue todo un éxito. Avianca, Ecopetrol y EPM, entre otras, se unieron a la realización de este sueño. La aerolínea dio los pasajes de ida y regreso a c/u de los
integrantes del equipo y el sector privado contribuyó con insumos y viáticos para los
estudiantes. La presentación del proyecto fue todo un éxito y María Lucía recibió un premio
por USD 3000 y una inversión de USD 10000 para el desarrollo de su patente en el país.
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